Con relación al
acercamiento que he tenido los últimos años de mi vida a la agricultura -una de
las labores más dignas y que marca la subsistencia del ser humano-, que me
lleva a relacionar lo científico con lo real, en donde es un hecho como el agua
es el motor de lo que nos rodea, una simple molécula descrita por la ciencia
como una unión de dos hidrógenos y un oxígeno, es la base de lo que comemos,
usamos o vemos a diario; una afirmación tan simple que se ha ido convirtiendo
en un hecho intrascendente para muchos, descuidando así este recurso esencial
para nuestra subsistencia.
A casusa de la
progresiva expansión humana, el agua y demás recursos que aseguran nuestra
existencia, de manera alarmante se están apagando… extinguiendo, y aun así
seguimos generando un daño irreversible, pensando que nuestras acciones no
generarán un impacto de mayor gravedad. Que equivocados estamos! cuando a
escasos pasos de nosotros la realidad de una tierra agonizando, está allí,
esperando a que reaccionemos y entendamos que la solución está en nosotros como
generación de cambio, de progreso y análisis.
Simplemente no
es la tecnología, no es la globalización, ni mucho menos los paquetes
tecnológicos, que acompañados de una evolución acelerada han generado tal
decadencia, es más la avaricia, la sed de alcanzar un estatus imaginario,
rodeado de confort y comodidad lo que nos ha llevado a dejar de lado el
entorno, del cual otros más dependen, llevándolo a un deterioro progresivo con
la esperanza que se renovará en un corto tiempo, cuando su equilibrio y
evolución ha tardado más que la nuestra como especie.
La solución
definitiva no se basa en investigar nuevas estrategias de como mitigar el
deterioro ambiental y con este, el agua, es más una acción autónoma de querer
mejorar lo que existe y de pensar en que se puede. No trata de depender del
ideal “todos hacemos”, si no preguntarme
que puedo hacer, actuar y que otros se sumen a partir del ejemplo no del
discurso.
Es urgente para
la próxima generación y las que le siguen que entendamos la urgencia del cambio,
y lo materalicemos, en cada acción que
emprendamos en nuestro diario vivir, generando consciencia.
Como otras
muchas enseñanzas ancestrales, la agricultura es sólo una de las tantas
acciones que podemos retomar para contribuir al cambio, la autoproducción
desincentiva la industria agrícola contaminante y química, mejora nuestra salud
por medio de la nutrición y nos genera ahorro económico.
Esta es sólo uno de
muchas otras actividades que forman parte de nuestra cotidianidad, en las
cuales no tomamos un régimen de medida, si no por el contrario de desmedida,
por un consumismo, sin aplicar nuestra ética y razonamiento personal en lo que
implica el facilismo, es por tanto este
llamado el que hacemos para llegar a un proceso de cambio, que trascienda, para
entender que nuestra existencia depende de relaciones cíclicas, que al ser
interrumpidas dan como resultado un desequilibrio que repercute no sólo en
nosotros como individuos, sino como especie.
Leidy Lorena Delgado Tellez
Tecnóloga en Producción ganadera
Estudiante 8 Semestre de Ingeniería
Agronómica
Hija del Zipa
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