En días
recientes, mientras caminábamos por el frente de la alcaldía de Funza, leímos
una placa que dice: “Extinguida la imperial Bacata a la muerte de Tisquesusa
y Sagipa, fundose el nuevo pueblo que hoy es esta villa, heredera de las
tradiciones del Zipa y procera por su contribución a la Independencia de
Colombia […]”. Al leer dicha placa, nos inquietó aquella afirmación de ser
“heredera de las tradiciones del Zipa”, pues en los casi cinco siglos que han
transcurrido desde que la “imperial Bacata” se extinguió, son varias
tradiciones que en efecto se han conservado en la región que otrora reconociera
la autoridad de Tisquesusa y Sagipa.
Al día de hoy, la
región reconoce otras autoridades como alcaldes, diputados, concejales y un
gobernador, aunque de vez en cuando todavía los tratan como caciques… La
“imperial Bacatá” parece haber resucitado desde que la ciudad llamada “Santa
Fe” desbordara sus límites y recobrara su título de “Bogotá”, para finalmente
reencontrase con el poblado que le dio nombre a una de las pocas sabanas que se
encuentran en el mundo a la altura de 2.600 metros. Y la más sorprendente de
todas las tradiciones es que seguimos habitando los márgenes del poderoso rio
Bogotá, pues solo entre las localidades distritales de Suba, Engativa, Fontibón,
Kennedy y Bosa, como en los municipios de Tenjo, Chia, Cota, Funza, Mosquera y
Soacha, hallan descanso cerca cinco millones de hijos del Zipa.
¿Porqué hijos del
Zipa? Si bien muchos de quienes habitan estas márgenes en la actualidad
provienen de otras partes del país y son pocos realmente los privilegiados que
pueden asegurar su linaje muisca, este seudónimo identifica a quienes ahora habitamos
este territorio sintiéndolo nuestro y deseando construir en él un mejor futuro ¿O
es que acaso la movilidad de la metrópoli, el desarrollo cultural, el
abastecimiento de servicios públicos, los problemas ambientales e incluso la
competitividad económica de esta gran sabana, discriminan según la procedencia,
barrio o municipio en el que vivimos?
Y es que quienes
nos desenvolvemos a diario a lo largo y ancho de este territorio, hemos
construido una sociedad que trasciende las fronteras políticas municipales,
consolidando dinámicas que sobrepasan la comprensión y capacidad de gestión de
nuestros gobernantes, quienes aún luchan por articularse y crear agendas
conjuntas en un escenario con diversos partidos políticos, rigidez normativa,
egos y burocracia.
Consecuencias de
esta situación hay muchas; como la tragedia en la que se ha convertido la
movilidad intermunicipal, la depredación de una de las tierras agrícolas más
productivas del mundo para el crecimiento de la urbe o la contaminación de
nuestro tan impotente rio; todas estancadas en aquel limbo de “lo que es de
todos y a la vez de nadie”. Es a partir
de esta realidad como jóvenes habitantes de Funza y Mosquera, hemos decidido
trabajar por nuestra herencia, buscando fortalecer la identidad y cultura de lo
público en torno a nuestro territorio, sacando del limbo las diferentes
problemáticas que nos convocan y convirtiéndonos en sus representantes.
Hijos del Zipa.
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